Pablo de Lastres explicó que Iberpotash pertenece al Grupo ICL, multinacional de capital hebreo que trabaja en tres mercados: agricultura, alimentación y materiales especiales, ofreciendo productos extraídos de minerales, principalmente fosfato, potasa y bromo. ICL cuenta con 12.000 empleados a nivel mundial y en 2014 facturó 6 billones de dólares.
Bajo el lema de su presentación, “Consumo racional”, Pablo de Lastres se refirió a la relación entre el crecimiento exponencial de la población mundial y la escasez de los recursos naturales; “cada vez hay menos agua para regar los campos y cada vez hay menos tierra para cultivar, por lo que la única forma de poder alimentar a los países, especialmente a los que están en vías de desarrollo, es mediante la eficiencia”. Mediante productos como la potasa, un elemento natural, “podemos hacer que la plata crezca antes y sea más resistente a la sequía y a las plagas, aumentado así el rendimiento de las cosechas”.
El Grupo ICL está desarrollando el Proyecto Phoenix, una herramienta medioambiental que “nos va a permitir fabricar más y de una forma mucho más sostenible” porque se basa en reducir: los productos residuales, las emisiones de dióxido de carbono, el consumo de agua y de energía, además de trabajar con energías renovables y materiales biodegradables.
Refiriéndose a Iberpotash, concretamente a la planta de Súria dedicada a la extracción de sal y potasa, Pablo de Lastres indicó que la aplicación del Proyecto Phoenix en esta instalación va a permitir la optimización de los recursos, dejándose de consumir agua que hasta ahora se extraía del río Cardener, reduciéndose casi a cero las emisiones de CO2 de la planta y generándose energía renovable que retroalimentará procesos.
Además, se producirá sal y potasa de gran pureza y otros nuevos productos que tienen su origen en las impurezas que se generan del procesamiento de estos elementos, como por ejemplo el magnesio. Todo ello empezará a ser una realidad a partir del mes de marzo de 2016 y la inversión industrial que se está realizando en las fases uno y dos es de 480 millones de euros para tener en funcionamiento nuevas y diversas infraestructuras, como por ejemplo, un túnel de cinco kilómetros de longitud que conectará la superficie con la mina, a 900 metros de profundidad; la planta de sal; una planta de compactación de potasa y una planta de flotación. Los resultados en números de todo ello serán: 1 millón de toneladas de potasa anualmente, 470.000 toneladas de sal de deshielo y 500.000 toneladas de sal industrial.
Iberpotash, que dejará de operar en Sallent para concentrar toda su actividad en Súria, mueve unos dos millones de toneladas al año, pero según las previsiones de la compañía, en 2018 producirá 3,6 millones de toneladas de productos, por lo que se ha pensado en la potenciación logística. A través de Ferrocarrils de la Generalitat de Catalunya (FGC), Iberpotash, que exporta el 80% de su producción, transportará sus productos hasta el Port de Barcelona, desde donde se expedirán hacia mercados como Brasil, India, China, Malasia e Indonesia.
En el Port de Barcelona, Iberpotash va a disponer de una terminal en concesión en el muelle Álvarez de la Campa, que ocupará unos 85.000 m2 y que ha sido diseñada por la consultora IDP. Constará de dos naves, una para sal y otra para potasa, con capacidad para almacenar 270.000 toneladas; cuatro vías férreas para descargar 7 trenes diarios; y dos puentes de carga. El calado, de 14 metros, permitirá el atraque de buques panamax de 70.000 toneladas. Todo ello conllevará que Iberpotash pueda tener unos costes logísticos “tremendamente baratos frente a la competencia, con lo que podremos colocar la sal en países como Estados Unidos, Arabia Saudita, el Norte de Europa, Escandinavia y en cualquier otra parte del mundo”. Iberpotash invertirá 100 millones de euros y la terminal empezará a funcionar en 2016.